¿Quién le da una mano a los curas?




Desde el 2015 interactuamos desde Civilitas con sacerdotes de varias de las parroquias más populosas de Córdoba, que integran algunos de los barrios más complicados de la ciudad (Iniciativa "El Puente" liderada por Carmen Alvarez)

El panorama que plantean es inquietante. Narcos, violencia, desnutrición, marginalidad, discapacidad sin contención. Familias que se desintegran, niños a la deriva en el sistema escolar, padres que salieron hace tiempo del mercado laboral y están a merced del clientelismo del gobernante de turno. Historias de personas que no tienen lo mínimo. Culturas de la marginalidad que se consolidan y condicionan de por vida. No son planteos generales, ni frías estadísticas. Son casos concretos, con anécdotas que duelen de sólo pensar que sucedan a sólo veinte cuadras de la Plaza San Martín.

¿Qué estamos haciendo como sociedad por estos “soldados del amor” que en el nombre de un Dios en el que todos creemos -más allá de las particularidades de cada religión- están poniendo el cuerpo solos y librados a su suerte?

La vocación los llevó al Seminario a estudiar el evangelio -la buena noticia- para transmitirlo con pasión a cada rincón del mundo. Pero hoy las circunstancias los han convertido en líderes sociales que ponen abrumados sobre la mesa las mil y una necesidades de su gente: planes de vivienda para los sin techo, proyectos para “disponer de algunas computadoras en una pieza que les han donado, para que los chicos no se queden afuera de lo digital”, “agilizar un trámite ante tal ministerio para conseguir la silla de ruedas para una anciana o la pensión para esa mujer sola con nueve hijos”… todos piden un profesional que atienda a los adictos que les llegan por decenas.

Dentro de las parroquias administran colegios, comedores, guarderías, orfanatos, asilos, talleres de oficios, grupos de apoyo para todo tipo de personas y grupos misioneros que son los únicos que se internan en las villas en forma voluntaria.

¿No deberíamos revalorizarlos como factores claves de transformación? ¿No deberían ser escuchados por los máximos responsables de las políticas públicas, en forma periódica y permanente? Y lo más importante ¿no deberían ser asistidos en forma estructural, para que sólo tengan que coordinar y auditar, pero no encargarse de todo?

Al final de cuentas ellos no están para resolver las falencias materiales, sino para asistir en lo espiritual. Pero helos allí: solos, remando contra la corriente de las problemáticas más complejas, acompañados siempre por un grupito de feligreses que nunca alcanza.

Las parroquias son verdaderos enclaves estratégicos del bien común en los lugares más vulnerables de nuestra sociedad.

Hacen, en muchos casos, lo que Estado no logra hacer. Y tienen la complejidad de las grandes empresas: necesitarían abogados, contadores, arquitectos, ingenieros, trabajadores sociales, pedagogos, comunicadores, especialistas en conseguir recursos -tanto económicos como humanos- y especialistas en administrarlos.

Si no los ayudamos desde el Estado y desde la Sociedad Civil, de manera más decidida y más estructurada, no podrán lograrlo solos. Los laicos también somos responsables. Y estamos llamados a acompañar con horas, plata y gestión.