Córdoba y el cambio (necesario)


Lo que estamos viendo a nivel nacional nos llena a todos de expectativa. Ordenamientos de descalabros que parecían no se arreglarían nunca. Cambios de aire y de rumbo. Sanas depuraciones. Ladrones de la cosa pública que empiezan a desfilar por tribunales, ollas que se destapan, caras nuevas dirigiendo las distintas áreas con otro perfil.
  
No podemos dejar de tener cierto orgullo los cordobeses. Porque fuimos protagonistas -con nuestro voto- de que eso ocurriera. Y lo único que hay que rogar es que esa esperanza no se defraude (que no sea sólo “fulbito para la tribuna”).

¡Pero cuidado! no sería bueno engañarnos trasladando -por simple ósmosis- esa nueva impronta a nuestra realidad provincial.

Continuidad no es cambio.

Aquí todo sigue igual (como hace muchos años). Y para colmo ya no tenemos una “Lilita cordobesa” que denuncie. Ni un “Lanata” que deje al descubierto los chanchullos. No tenemos un aspirante a gobernador que siga a Schiaretti con una lupa y no le pierda pisada. Ni uno que haga lo propio con el intendente Mestre y su equipo. Nadie está gritando que se revise el pasado reciente.

En Córdoba también hay “amigos del poder” que se han enriquecido en forma ilegal, con el dinero de todos. No los hemos filmado contando los millones, como en el caso de Lazaro Baez, simplemente porque pareciera que nadie tiene muchas ganas de que eso ocurra.
Tenemos causas judiciales tremendas en la órbita provincial y federal. Pero esos expedientes van al ritmo de la tortuga. Aquí también hay agujeros negros de corrupción estructural en distintas instancias del Estado Provincial y en los municipios y organismos descentralizados. Pero nadie ha ido preso y nada indica que haya novedades distintas en el corto plazo.

Tenemos narcotráfico enredado con la política, con la noche, con el espectáculo, con los barrabravas, con los punteros. Y una policía que todavía no puede sobreponerse de sus propios “narcoescándalos”.

También hay nombramientos de militantes de a miles. Hay “juventudes políticas” pagas al estilo de la Campora. Hay cajas negras para financiar actividad política. Hay empresas que proveen servicios que merecerían -al menos- un análisis más riguroso. Hay personajes siniestros que siguen ocupando los máximos cargos y que utilizan la estrategia de “no hacer olas” ante el público, para poder seguir allí, dirigiendo como titiriteros los hilos del poder. Y hay funcionarios que han acumulado una fortuna que no se explica.  

En Córdoba también hubo saqueos no explicados, explosiones no investigadas, muertes no esclarecidas, cámaras ocultas no investigadas, financieras truchas, adjudicaciones mal habidas, lavado de dinero…

A nivel institucional está todo por hacerse. La Legislatura no controla al poder ejecutivo sino que lo avala y le vota las leyes. El Tribunal de Cuentas es indefectiblemente de la mayoría que gobierna por un error constitucional que nunca intentamos corregir. Los Concejos Deliberantes municipales garantizan la mayoría al intendente de turno por la misma razón así como sus respectivos  tribunales de cuentas. El Fuero Anticorrupción no encarcela a nadie. El Fiscal General -encargado de dirigir a los que investigan al poder- lo nombra el gobernador. Para muestra sobra un botón: no hay pena para los partidos políticos que no presentan balances en la Justicia provincial. Y no hay ninguna ley que regule la pauta oficial en los medios de comunicación.

Lo más profundo que debe cambiar en Córdoba son ciertos valores -o mejor dicho antivalores- muy instalados entre nosotros. Porque de tanto convivir con estas distorsiones, la sociedad también se ha enfermado. Y en las calles cordobesas terminamos por avalar esto de que “el que no llora no mama y el que no afana es un gil”

El cambio depende de nosotros

Hay datos alentadores. Por ejemplo que un nuevo rector asuma la conducción de la universidad que tanto nos enorgullece y nos identifica. ¿Dispondrá de una auditoría profunda para certificar la vergonzosa manipulación que hicieron los kirchneristas de esa Casa de Estudios y sus medios de comunicación?

La buena sintonía entre el gobierno nacional, el provincial y el municipal resulta una buena noticia. Porque será más sencillo avanzar en acuerdos y en obras estratégicas, largamente demoradas. Pero no nos beneficiará en cuanto a la transparencia y el cambio profundo que Córdoba está necesitando al igual que resultaba imperioso para el país.

El esfuerzo lo tendremos que hacer los ciudadanos, la prensa independiente y las instituciones de la sociedad civil que deberemos demostrar un nivel de coraje inusitado, sabiendo que levantar la voz siempre tiene sus consecuencias.


El premio es grande: porque si Córdoba, aún con todas las distorsiones, sigue mostrando su potencial, imaginemos por un minuto lo que seríamos si lográramos ponernos a la vanguardia en transparencia, renovación y cambio.