Córdoba corrupta: ¿vamos a reconocerlo?


Tenemos una geografía privilegiada y la población suficiente, universidades que nos prestigian, una armonía interreligiosa que sorprende, una historia que nos enorgullece. Tenemos algunas de las más grandes empresas del país y mucho para ofrecer al mundo…

Ahora también tenemos un presidente que expresa su gratitud, enviando abundantes fondos para obras largamente esperadas. Y una rara “amistad política” entre los tres niveles de gobierno que hace que todo fluya.

Pero sufrimos un gravísimo flagelo que, si no lo enfrentamos, nos mantendrá estancados. Nuestro problema es que somos una provincia con tanta corrupción como las peores del país. Y lo más grave es que no estamos dispuestos a reconocerlo.

Lo que nos deja atónitos en Formosa o Misiones por la desfachatez de sus gobernantes, y nos escandaliza en Tucumán o Santiago del Estero, sucede también aquí -en nuestras narices- pero no reaccionamos de la misma manera. Tal vez el hecho de que se haga de una manera más cuidada en las formas, anestesie el hartazgo y la repugnancia moral que deberíamos sentir.

Mientras “miramos para otro lado”, corroe nuestras estructuras. La superficie nos arroja indicios: Odebrecht, CBI, Kolector, Anzenuza, Epec, Electroingeniería, Jaime, Acastello, las empresas de autobuses y de la basura, contratos manipulados a través de las universidades, Miró, el juego, las zonas liberadas por la policía para el choreo, el “laisser faire” al narcotráfico en las rutas y sus bandas en los barrios, el extraño estándar de vida de ciertos funcionarios políticos y judiciales (que lo han sido toda la vida y sin embargo son ricos!)… son todas señales claras de alarma. Pero no alcanzan para despertarnos.

Corrupción escandalosa

La corrupción está haciendo estragos con los fondos del Estado Provincial y los municipios desde hace demasiados años.

Obras asignadas a empresas vinculadas al poder. Servicios esenciales y masivos entregados a sociedades conformadas por amigos y testaferros, proveedores amañados, aprobaciones que no deberían ser aprobadas, inspectores que no inspeccionan. Personajes nefastos nombrados en cargos claves para hacer la tarea improba.

Alguna vez asumimos el papel de mensajeros de un “incipiente proceso de favelización” en Córdoba. Hoy -ya no como político sino como simple ciudadano- sentimos la obligación de levantar la voz nuevamente para que los cordobeses tomemos conciencia sobre la gravedad de lo que nos ocurre. 

Lamentablemente no podemos esperar nada de los fiscales anticorrupción, que sólo generan vergüenza e indignación. Y aunque podamos entender la enorme presión que deben sentir los fiscales y jueces, así como los legisladores y tribunos de cuentas opositores, no podemos justificar su inacción o su timidez (¡para eso les pagamos!).

¿Seguiremos callados?

Hoy no tenemos tampoco un político fuerte dispuesto a levantar la voz. Al final de cuentas la buena sintonía entre las principales fuerzas de Córdoba (Peronismo y sus variantes, radicalismo, juecisimo y Pro) -en este marco- es una pésima noticia. Entre ellos no van a denunciarse.

La corrupción ha logrado que la sociedad civil nos mantengamos callados y sumisos. Las cámaras empresariales no quieren pelearse con el gobernante de turno. Los credos tampoco. Los sindicatos… sucumben en su propia corrupción (vergonzoso como los dirigentes sindicales le roban con facturas dibujadas y proveedores arreglados a sus propios representados!).

Varios de los medios de comunicación están supeditados a la pauta oficial. Y nadie les asegura que tendrán más seguidores si se ponen en la tarea de controlar al poder. Las universidades tienen demasiados compromisos (con los oficialistas de hoy y los de ayer). 
Las fundaciones, ongs y centros de investigación se financian con fondos públicos en un porcentaje exagerado. Denunciar sería como “escupir al cielo”. Y hay un número importante de empresas e inversiones demasiado “flojas de papeles” que -sin embargo- toleramos entre nosotros ¡porque son buenos auspiciantes y benefactores!


Entonces, ésa es la prioridad: romper la inercia del silencio cómplice. Mientras más seamos, más rápido saldrá la mugre a la luz. El progreso de Córdoba depende de esta cirugía mayor. 

Esto va más allá de coyunturas electorales. Las personas de bien, que tenemos alguna posibilidad de resistir las presiones del poder –y que somos muchísimos en Córdoba, aunque dispersos y muy concentrados en nuestros laburos- estamos obligados a ponernos de pie y decir ¡Basta de robar!