Nuestros hijos, en sus próximos 30 años, vivirán en interacción creciente con un mundo cada vez más cercano entre los países, más accesible para viajar, para trabajar interconectados, y comerciar sin barreras. Una sociedad integrada que compartirá conocimiento, innovación y cultura a través de una comunicación que -de tan fluida- terminará por consolidar la “aldea global”.
El panorama es alentador y apasionante. Nos acercamos al ideal tan buscado de una humanidad capaz de superar las barreras que nos han separado sin sentido. Pero además es una oportunidad, porque la globalización está abriendo camino a que el desarrollo sea para todas las naciones y permite -al país que se lo proponga- alcanzar el lote de los desarrollados, en un tiempo histórico relativamente breve.
Quid pro quo.
Una de las distorsiones más graves de nuestra última década ha sido consolidar la visión errada de que nosotros podemos vivir desconectados de lo que pase “allá afuera”. Que eso nos preserva y además nos permite “crecer con lo nuestro”.
Es urgente y prioritario revertir esta desconfianza injustificada: la soberbia de creer que podemos solos, sin abrirnos a que otros países puedan aportarnos algo valioso. ¿Cuál es el candidato a presidente que expresa una real vocación por volver a integrarnos al mundo y que nos explica cómo lo hará? A ese hay que votar.
La vinculación comienza por lo económico, claro está. Venderle al mundo no sólo nuestras materias primas (que en definitiva son sólo el 4% del comercio mundial) sino además nuestro valor agregado. Sólo esos mercados ampliados nos garantizarán los puestos de trabajo que necesitamos para nuestra población activa y las nuevas generaciones. Pero nadie nos comprará nada si nuestra economía sigue cerrada a poder adquirir en libertad lo que el mundo quiere ofrecernos.
Hace 20 años discutíamos si debíamos integrarnos de golpe al mundo (como lo han hecho finalmente Chile y otros) o en forma gradual utilizando mercados regionales intermedios como el Mercosur. Hoy el debate se ha vuelto más precario, porque el Mercosur es una quimera, y no tenemos reglas claras para el comercio exterior, ni certidumbre jurídica y económica para convocar inversiones extranjeras con las cuales desarrollar vínculos sustentables.
Reconozcámoslo: estamos varios años tarde respecto a otros países que tomaron a tiempo la decisión de integrarse con sus economías, en forma contundente y profunda. Y en nuestro caso, con el aditamento de una fama bien merecida que no somos confiables. No deberíamos perder otros 20 años embelesados con este “orgullo del aislamiento”.
¡Necesitamos su know how!
¿Enoja que utilice una palabra inglesa en un título? Así estamos de desfasados respecto a la actitud de apertura mental que debemos mostrar hacia la globalización, que habla en español, en inglés, en portugués y en chino sin solución de continuidad.
Aquí viene lo más difícil: nuestro sistema educativo es el mentor de nuestra cerrazón. Allí calan hondo las distorsiones ideológicas y la idea de que todo lo nuestro es bueno y todo lo de afuera hay que mirarlo con desconfianza (porque seguro vienen por nuestros recursos naturales, el imperialismo, las multinacionales y los mil y un prejuicios)
Pero la urgencia de cambio está en nuestras universidades. ¿Cómo estamos en los rankings internacionales? “Los rankings no sirven” responden los talibanes del nacionalismo académico. ¿Cuántos estudiantes estamos enviando a perfeccionarse a las mejores universidades del planeta? “No es bueno enviarlos a estudiar modelos foráneos” ¿Cuántos profesores de otras universidades vienen a enseñar en nuestras aulas? “No hace falta, tenemos buenos docentes” ¿Cuántos proyectos de investigación estamos desarrollando en equipo con otros centros académicos del mundo?....
Ampliemos la visión
La escala internacional no sólo ilumina soluciones en lo económico, sino en muchos otros ámbitos vitales para nuestro país. ¿Cómo seguir planificando la infraestructura que nos falta sin sentarnos a que coincida con las obras que planean los países vecinos? ¿Cómo emprender nuestras políticas de seguridad y las luchas contra las mafias internacionales y redes de narcotráfico en forma aislada? Desarrollo cultural y deportivo, turístico y ambiental, tecnológico y también social. Hasta la lucha contra la pobreza requiere una mirada más amplia y global.
No es un dato menor para los que vivimos en el interior, que la internacionalización de la Argentina nos permitirá no depender tanto de nuestros hermanos porteños. Santiago de Chile (la puerta hacia los mercados orientales) nos queda a la misma distancia en avión que Capital Federal. Y la quinta economía mundial está pegada a nuestras fronteras. Pero aquí muy pocos sabemos hablar portugués y mucho menos chino. Tendremos que romper primero nuestro molde mental.